TRIBILITIN 3r

Cuento extraído de https://muchoscuentos.jimdo.com/todos-los-cuentos-de-la-a-a-la-z/
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En el molino vivían un molinero y su hija, que era una niña hermosísima.
Una vez acertó a pasar por allí el Rey, que iba de caza y paró en el molino a beber agua. Por cortesía le preguntó al molinero por sus negocios y por su familia. El molinero, que quería a su hija de un modo extraordinario, hablando de sus virtudes, dijo:
-No podría explicaros todo lo que vale esta hija mía. Su habilidad es tan grande además, que cuando hila, todo lo que pone en su rueca se convierte en oro puro.
El monarca, que era un joven algo ambicioso, se sorprendió mucho al oír esto.
¡Si que sería negocio una joven con ese mérito!
Probaré a ver si es cierto lo que dice el viejo, y si la niña convierte en oro todo lo que hila, mis arcas estarán siempre llenas, pensó el Rey. Y le dijo al viejo:
-Si eso es verdad, la chica merece vivir en un palacio y no en un molino, llevadla mañana a mi castillo, y la someteré a una prueba.
Cuando el Rey se fue y el molinero contó esta conversación a su hija, la niña se echó a llorar.
-¡Pero papá, tú sabes que yo no hago eso! Cuando el Rey se dé cuenta del engaño, se enfadará mucho con nosotros.
-Ya no hay remedio -repuso el molinero-. Iremos mañana a palacio, y que sea lo que Dios quiera.
A la mañana siguiente, el Rey les recibió de muy buen humor. Luego mandó encerrar a la niña en un rico aposento en el que había una rueca para hilar y un montón de paja.
-Espero que conviertas en oro toda esta paja -le dijo el Rey-. Ponte a trabajar, y acaba cuanto antes. Si no lo consigues, haré que te encierren en un oscuro calabozo.
La niña, cuando se vio sola, lloró desconsoladamente. De pronto, oyó una voz junto a ella:
-¿Por qué lloras así, hermosa joven? -decía-. ¿Qué te tiene tan preocupada?
Era un gracioso enanito de larga barba. Llevaba un picudo gorro rojo, y unos zuequitos de madera tallada ricamente.
-Mi padre le ha dicho al Rey que cuando hilo todo lo convierto en oro, y el Rey espera que transforme este montón de paja en el precioso metal.
-¡No te preocupes por eso! -dijo el enanito-. Yo puedo hacer lo que dices, pero ¿qué me darás a cambio?
-¡Te daré este collar de perlas! -dijo la niña.
El enano se puso a hilar con la paja ,  y la volvió oro del más puro. Luego tomó el collar de perlas, dio un saltito en el aire y desapareció.
Cuando a la mañana siguiente el Rey vio aquella riqueza se quedó casi sin habla. Invitó a la niña a una rica comida y la trató con mucha delicadeza. Pero, por la tarde, la condujo a un cuarto muy grande, en el que había un montón de paja mucho mayor que el anterior, y le dijo:
-Te ruego que hagas lo mismo con toda esta paja.
-¡Pero majestad , yo…! -replicó la niña.
-¡Si no lo haces, te mandaré encerrar! – dijo el Rey.
La niña, una vez sola, se echó a llorar.
-¿Quién me ayudará ahora? ¡Oh, Dios mío, no quiero pasar el resto de mi vida en un calabozo!
Nuevamente apareció ante ella el enanito.
-¿Por qué razón lloras así, hermosa joven?
-El Rey quiere que transforme toda esta paja en oro, y no sé cómo hacerlo.
-No te preocupes, yo lo haré por ti -dijo el enanito-, pero, ¿qué me darás a cambio?
-Te daré este precioso anillo -le dijo la niña.
El enano se puso a la tarea, y a la media noche había hilado y convertido en oro toda la paja. Tomó el anillo de la mano de la niña, dio un salto y desapareció en el aire.
El Rey, al día siguiente, no cabía en sí de gozo. Agasajó y honró a la niña durante todo el día, y ofreció bailes en su honor. Pero al atardecer, la llevó a un cuarto más lujoso que los anteriores, en el que había también una rueca y un montón de paja inmenso.
-Este es el último favor que te pido -le dijo el Rey-. Convierte toda esta paja en oro, te lo ruego.
Pero si te niegas, te encerraré.
La niña, ante toda aquella paja, lloraba amargamente. Volvió a aparecer ante ella el enanito.
-¿Por qué lloras ahora, hermosa joven?
-El Rey quiere que transforme todo este montón de paja en oro. ¡No sé hacerlo!
-No te apures, yo lo haré por ti -contestó el enano-, pero, ¿qué me darás a cambio?
-Ya no me queda nada que darte -exclamó la niña, y volvió a llorar.
Te ayudaré a pesar de todo, siempre que me prometas una cosa.
-¿Qué puedo prometerte?
-Que, si llegas a ser reina, tu primer hijo será para mí -replicó el enano.
La niña, hija de un molinero, no pensaba ser reina nunca, así que se decidió fácilmente.
-Te lo prometo -dijo al hombrecillo.
El enano trabajó hasta muy tarde. Al amanecer, había acabado su tarea.
Como las otras veces, dio un salto y desapareció.
El Rey, cuando vio todo aquel oro, se sintió el más feliz de los mortales, y pidió la mano de la niña que tan rico le había hecho.
-Acepto casarme con Vos -dijo ella-, si me prometéis que nunca más tendré que convertir nada en oro.
El monarca estuvo de acuerdo, pues ya era suficiente rico, y se había enamorado en serio de la joven.
Se celebraron las bodas y al año los esposos tuvieron un hermoso hijo. La Reina era tan feliz que no recordaba la promesa que había hecho. Hasta que, un día, se presentó ante ella el anano.
-¡Hola! -dijo-. Vengo a por tu hijo, pues tú me prometiste dármelo y yo necesito un servidor.
¡Te ruego que me lo dejes! -suplicó la Reina-.
Me moriría sin él. Puedo darte todas las riquezas que quieras, pero déjame a mi hijo.
Lloró y suplicó tanto, que el enano decidió darle una oportunidad.
-Vendré a verte tres noches un rato. Si durante esas tres visitas averiguas mi nombre, no me llevaré al niño.
Para la primera visita, la Reina apuntó todos los nombres que sabía, y se los recitó al enano, que siempre contestaba:
-¡No es ese, no es ese mi nombre! ¡Je, je, je!
Para la segunda visita, consultó libros, diccionarios y antiguos manuscritos. Pero no tuvo mejor suerte.
¡No es ese mi nombre! -le contestaba siempre el enano.
La reina estaba muy afligida. Ya sólo le quedaba una oportunidad, y no sabía qué hacer para adivinar el nombre del enano. 
Le contó el grave problema a un paje que tenía que le era muy fiel y servicial
-No os preocupéis, majestad -dijo el paje-. Yo trataré de enterarme de su nombre.
El joven paje, montó en un brioso corcel, salió del castillo a todo trote, y no regresó hasta la mañana siguiente. Entonces fue a ver a la Reina y le contó lo siguiente:
-He cabalgado toda la noche por el bosque de los magos. Cuando dieron las doce, vi junto a una hoguera a un enanito con gorro rojo que cantaba:
«Mañana, titilutín, el príncipe será mío, y de la Reina el asombro sin duda no tendrá fin, cuando sepa que me llamo el mago Tribilitín».
La Reina se puso contentísima al oír todo esto, y premió generosamente a su fiel paje. Luego esperó la tercera visita del enano.
-Te llamas… Rodolfo -le dijo.
¡No es ese, no es ese mi nombre! ¡Ji, ji, ji!
-¿Acaso te llamas Conrado? -preguntó la Reina, despistando al enano.
-¡No, no! ¡Frío, frío! 
¡Entonces, será que te llamas Tribilitín! -exclamó de repente la joven madre.
En enano quedó paralizado por el asombro. Después, terriblemente enfadado, gritó:
-¡Una bruja te lo ha dicho, una bruja te lo ha dicho! ¡Maldita sea!
Dio una patada contra el suelo con tanta rabia, que hizo un agujero y se cayó en él.
Desde entonces, la Reina vivió tranquila y feliz con su hijo y su marido, sin que nunca más la molestase el enanito perverso.
Hermanos Grimm

ENREDADOS 3r

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Cada mañana, la anciana Madre Gothel acariciaba los pétalos dorados de una flor muy especial y, como por arte de magia, se vuelve joven y bella.
Un día, alguien corta la flor para curar a una reina enferma. Gracias a la magia de los pétalos, la reina se cura y da a luz a una niña de cabello dorado: Rapunzel.
Ahora los poderes de la flor han pasado al cabello de Rapunzel. Pero Madre Gothel desea recuperarlos, así que se lleva a la niña del castillo.
Pasan los años, Rapunzel crece en una torre oculta en el bosque. Todos los días, deja caer desde la ventana su largo pelo y ayuda a Madre Gothel a subir.
Rapunzel solo tiene un sueño: ver de cerca las luces que brillan en el cielo una vez al año, precisamente el día de su cumpleaños.
Pero Madre Gothel no quiere que abandone la torre, y por eso la atemoriza:
-¡No puedes salir! ¡El mundo es demasiado peligroso para ti!
Mientras, el ladrón Flynn Rider ha robado una corona y, para escapar de los guardias, decide esconderse en la torre de Rapunzel. Cree que será un lugar seguro.
Al verle, Rapunzel, asustada, le ata a una silla con su cabello. Luego le quita la bolsa que lleva y le amenaza:
-¡Te la devolveré si me acompañas a ver las luces!
-Las luces son farolillos que la gente enciende cada año para recordar el nacimiento de la princesa raptada -explica Flynn sorprendido, mientras ayuda a bajar a Rapunzel.
Fuera de la torre, Rapunzel está feliz:
Flynn es amable y el mundo no parece tan peligroso como dice Madre Gothel.
Por el camino, se detienen a descansar en una taberna llena de bandidos. A Rapunzel le parecen simpáticos, y empieza a cantar, haciéndose amiga de ellos.
Poco después llega Máximus, el caballo de uno de los guardias, y captura a Flinn. 
Entre tanto, Madre Gothel está buscando a Rapunzel: ¡quiere volver a llevarla a la torre!
Pero la pareja al fin logra escapar por una trampilla. Cuando están a salvo, Rapunzel le cuenta a Flynn el secreto de su cabello.
-¡Si me lo cortara, la magia se desvanecería!
A la mañana siguiente, Rapunzel y Flynn estran en el reino. La gente está contenta, y algunas niñas trenzan la larga cabellera de Rapunzel.
De repente, Rapunzel descubre un mosaico en el que aparecen el rey, la reina y la princesita. ¡La niña tiene el cabello dorado, exactamente igual que el suyo!
Finalmente, Flynn lleva a Rapunzel a ver los farolillos. Ante un espectáculo tan romántico los dos comprenden que se han enamorado.
Sin embargo, Madre Gothel los descubre y aleja a Fynn con un engaño.
-¡Ta ha abandonado! -le dice a Rapunzel, abrazándola.
Rapunzel regresa a la torre, pero no deja de pensar en el mosaico y los farolillos. De repente, lo entiende todo: ¡Claro! ¡Ella es la princesa desaparecida y Madre Gothel la ha raptado!
Mientras, Flynn se da cuenta del engaño de Madre Gothel y corre a la torre. Rapunzel está feliz de volver a verle y le ayuda a subir. Sin decir nada, Flynn le corta el pelo. De golpe, su magia desvanece y Madre Gothel envejece hasta desaparecer.

Al fin, Rapunzel es libre y Flynn la lleva al castillo. Gracias a él, el rey y la reina pueden volver a abrazar a su querida hija, y el reino recupera su princesa. 

EL PÁJARO FLAUTISTA 3r

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¿Habéis oído hablar del País de la Música? Era un lugar maravilloso habitado por animales y plantas de todas las especies, que cantaban y tocaban sin parar. Cada cual tenía su propio instrumento, colgado siempre del cuello. Nadie se lo quitaba jamás ni siquiera para dormir.
Había un pájaro, el único en todo Pentagrama -pues así se llamaba el país de la música- que tocaba la flauta. A todas las fiestas le llamaban como invitado de honor. Sus «solos» de flauta hacían soñar a la gente. Le llovían las invitaciones y también las cartas de sus admiradores pidiéndole fotografías con su flauta. Daba un concierto tras otro. en fin, era un verdadero genio. 
-Eh amigos, ¿iréis mañana a la actuación del pájaro flautista? -preguntaba uno.
-¡Qué más quisiera! ¡No he conseguido entradas! -decía otro.
-Ni yo. Se agotaron hace días. ¡Es una pena!
-Pues yo las cogí de milagro. ¡Y a precio de oro! -comentaba un privilegiado.
Una mañana la suerte del pájaro flautista cambió. Al despertarse, echó en falta su precioso instrumento.
-No lo tengo puesto. ¡Qué raro!
Lo buscó por toda la habitación. Pero nada, había desaparecido. Y en cambio encontró una nota que decía así: «Ya no podrás tocar más. Todos se reirán de ti»
Y firmaban: «Los malos del País».
 El pobre pájaro se entristeció muchísimo. 
-¡Oh, me han robado la flauta! Y sin ella no soy nadie. 
Empezaron a temblar sus alitas y también le fallaban sus patitas. ¡Casi se desmayó!
Tras pensar un rato, anunció que estaba acatarrado y que no podría tocar durante una semana por lo menos. Después, mandó llamar en secreto a sus mejores amigos, dos gorriones muy simpáticos, y les contó lo sucedido.
-El asunto tiene miga -opinó uno de ellos.
-Miga de la gorda -añadió el otro.
-Ayudadme a recuperar la flauta -pidió el pájaro.
Después de charlar un rato hicieron un plan. Buscarían la flauta sin descanso. ¡Y la encontrarían!
Se disfrazaron: un gorrión, de gusano, el otro de flor, y el pájaro flautista de cucaracha.
Se desearon mucha suerte. Luego, se separaron y cada cual se fue por su camino.
El gorrión disfrazado de gusano entró a los conciertos de la temporada. En las actuaciones vigiló a todos los músicos. Ninguno tocaba la flauta, estaba bien seguro. En los ratos libres, registró el teatro de arriba abajo. Pero los días pasaron y no encontró la flauta.
-Ya no buscó más -se dijo al fin-. ¡Estoy harto! Y regresó a casa del pájaro flautista.
El gorrión disfrazado de flor fingió ser reparador de viejos instrumentos musicales. Arreglaba violines, pianos, tambores y armónicas, pero sin dar con la flauta que buscaba. Al fin se cansó.
-¡Ya está bien de trajinar con tanto cacharro! Y volvió a casa de su amigo el flautista.
Mientras, el buen pájaro procuraba hallar una pista que le llevase a encontrar su querida flauta. Sabía que no lo reconocerían con su disfraz de cucaracha muda y sorda. 
Así, con ese truco, pensó ganarse la confianza de todos, pues nadie podía imaginar que era el famoso flautista.
Después de varios días de búsqueda, desanimado por no encontrar su flauta, ya se daba por vencido, cuando sorprendió a un topo y a un erizo hablando de forma un tanto sospechosa detrás de unas matas.
-¡Chist! Viene alguien -se alarmó el topo.
-No te preocupes. Es la cucaracha muda y sorda. Podemos seguir hablando -dijo el erizo.
-Pues como te decía -continuó el topo-, creo que es mejor que se la devolvamos.
-De eso nada, estúpido -repuso el erizo.
-Debe de tener un gran disgusto encima el famoso flautista.
-¿Y a mí, qué? -repuso el erizo-. quiero que lo echen del País por no tener su instrumento musical. Como es tan bueno, cuando lo toquemos nosotros en público también seremos famosos.
El pájaro, loco de alegría, fue a contar a sus amigos la interesante charla. Se enteraron de que el topo y el erizo eran músicos de la «Orquesta Principal»
-Dan un concierto dentro de pocos días 
-dijeron los gorriones.
-¿Si? -exclamó el pájaro -.Pues será nuestra gran ocasión. Vosotros buscaréis la flauta en sus casas. Y yo en el teatro.
Llegó el ansiado día. Mientras el topo y el erizo actuaban, nuestro pájaro revolvió a placer en los camerinos. Justo cuando aquellos terminaban de tocar, vio que algo asomaba en un armario. Apartó con impaciencia la ropa que lo tapaba y….
-¡Mi flauta! -gritó contentísimo.
Se la puso debajo del ala derecha y se iba a ir, pero los ladronzuelos, que ya habían terminado, lo vieron y bloquearon la puerta.
-¡Atrás! -le gritó el erizo, furioso.
El pájaro, con un movimiento rápido de alas se subió a una silla y tocó la flauta con gran energía. La gente, atraído por su bellísima música, llegó enseguida.
-¡Detenerlos! ordenó señalando a los pillos.
El pájaro explicó lo ocurrido y los dos ladronzuelos fueron expulsados del País. 
Y todos volvieron a gozar con el sonido maravilloso del pájaro flautista.

ATLANTIS 3r

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En el sótano de un museo, una tarde del año 1914, el joven Milo Thatch soñaba despierto: «¡Si pudiera descubrir la fabulosa ciudad de la Atlántida, sumergida en el mar hacía siglos y que su abuelo Thaddeus tanto había buscado!»
Para ello, debía encontrar ante todo un libro, el Diario del Pastor, y luego organizar una expedición…
Pero, ¿de dónde sacar el dinero para semejante aventura?
Milo estaba de suerte. el multimillonario Preston Whitmore le mandó llamar. ¡Tenía el Diario del Pastor!
-Sí, Milo. Tu abuelo me lo envió. Voy a financiar una expedición para encontrar la Atlántida y quiero que vayas en ella. ¡Nadie sabe más que tú de esa ciudad, porque incluso conoces el idioma de sus antiguos habitantes! ¡Te necesito!
Milo se sintió feliz.
En el submarino Ulysses, los expedicionarios se dirigieron a un punto del fondo del mar. Pero el Leviatán, una especie de gigantesca langosta mecánica, ¡les atacó!
Los supervivientes acabaron en una enorme cueva en la que podían respirar. El comandante Rourke pasó revista al grupo: su ayudante Helga, Mole, Vinny, la señora Packard, Cookie, Audrey, el doctor Sweet, Milo…
Se adentraron en la cueva, y al cabo de varios días divisaron una extraña ciudad: ¡la Atlántida! Al acercarse, unos guerreros les cerraron el paso. Los mandaba la princesa Kida. Milo habló con ella, y Kida comprendió que el muchacho era bueno. Entonces confió en él y llevó a todos ante su padre, el rey.
El rey, muy anciano, desconfiaba de los expedicionarios. ¡Y con razón! Cuando Kida enseñó a Milo el extraordinario lugar, Rourke y Helga mostraron sus verdaderas intenciones: ¡querían apoderarse del Cristal Madre, la fantástica fuente de misteriosa energía que permitía la vida en la Atlántida! ¡Con él serían ricos!
Rourke y Helga obligaron a Kida y Milo a seguirles hasta el corazón de la Atlántida. El joven protestó: -¡Si os lleváis el Cristal Madre, todos morirán!
Rourke no hizo caso. Llegaron ante la fuente de energía. Entonces del Cristal Madre salieron unos rayos de luz azul. Los rayos alcanzaron a Kida, la absorbieron y la cristalizaron. De ese modo la princesa se sacrificaba para tratar de salvar a su pueblo.
El malvado Rourke metió a la cristalizada Kida en una cápsula metálica que ató a un globo, y se dispuso a salir con los expedicionarios por un volcán. Cuando Milo se opuso, le golpeó y le dijo que él se quedaría allí. Entonces los demás reaccionaron. Habían ayudado a Rourke sin saber lo malvado que era, pero no estaban dispuestos a dejar a uno de los suyos condenado a una muerte segura.
Helga y Rourke siguieron adelante con sus planes.
No les importaba haberse quedado solos: así obtendrían más dinero. Milo fue a ver al rey para contarle lo que había pasado. El anciano, moribundo, dio al joven su propio cristal -el mayor regalo que un atlante podría hacer- y le dijo:
-Salva la ciudad y a mi hija. Recupera el Cristal. Milo sintió entonces que una gran fuerza le invadía.
Rápidamente Milo convenció a sus compañeros y, con varios Altantes, montaron en unas máquinas voladoras con forma de pez.
-¡Adelante! -gritó el muchacho-. ¡Hay que detener a Rouke y salvar la Atlántida! 
La flota avanzó a toda velocidad hacia el globo que se llevaba a Kida.
 
Al ver llegar la flota voladora, Rourke arrojó a Helga de la barquilla para elevarse más deprisa, pero fue detenido por el grupo. Después hubo una lucha terrible entre Milo y él. Al intentar golpear al joven con un hacha, Rouke abrió una brecha en la cápsula donde estaba Kida. Milo metió un trozo de escalera en el Cristal y tocó con él a Rourke. ¡Y Rourke se convirtió en cristal! Después,aquel tipo duro, ¡se deshizo en multitud de trocitos! 
La cápsula reventó y apareció Kida en el aire con forma humana. Llevaba un brazalete: el que había tenido de niña y que su madre se había llevado cuando se sacrificó ella también, por su pueblo.
Los expedicionarios decidieron guardar el secreto sabre aquella maravillosa ciudad y regresaron con el señor Whitmore. ¿Todos? No. Milo se quedó con Kida. Y ambos mandaron levantar la estatua del último rey, para que cuidara de la Atlántida. 

EL ATAQUE DE LOS HUEVOS DUROS 3r

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Supermandona y Supercanijo eran hijos del famoso Superhéroe Supermelocomotodo.
A Supermandona y Supercanijo les encantaba el desayuno de los sábados:
¡Un exquisito Superhuevo frito!
Pero un sábado pasó algo horrible…
Su padre no les preparó el Superhuevo frito de siempre, sino un Superhuevo duro.
-¡Superhuevo duro noooo! -se quejó Supermandona-. ¡Es superasqueroso!
-¡Puaj! ¡Esto no hay quien se lo coma! -añadió Supercanijo con cara de asco.
-Me voy a leer un rato -dijo su padre, supermelocomotodo-. Cuando vuelva, espero que os hayáis comido los Superhuevos duros, ¿estamos?
Los dos superniños se quedaron mirando los huvos duros que había en sus platos.
-¡Sois Superrepugnantes! -les dijo Supermandona.
De repente, uno de los Superhuevos duros le contestó:
-Si yo tuviese boca, ¡me comería todas las cosas de vuestro mundo!
-Ah, ¿sí? ¡A ver si te atreves! -exclamó Supercanijo.
Como los dos Superniños tenían Superpoderes, hicieron: ¡Superzasssssssssssssss!
Y a los Superhuevos duros les salieron bocas tremendas con Superdientes y todo.
-¡Yo me como este plato! -dijo uno, encantado.
-¡Y yo este vaso! -dijo el otro-. Está un poco duro, ¡pero nos gusta comer de todo!, no como a vosotros, que odiáis los huevos duros… -añadió con mucho rintintín.
Los dos Superhuevos duros habían crecido un poquito….
-¡Este florero está riquísimo! -dijo uno de los Superhuvos duros.
-¡Pues esta botella está aún mejor! -dijo el otro.
Los dos Superhuevos duros no paraban de comer y seguían creciendo…..
¡Ya eran del tamañano de un perro!
-Esta mesa tampoco está mal…
-¡Prueba esta silla!
-¡La nevera estaba de primera!
Los dos Superhuevos duros crecían y crecían….
¡Ya eran más grandes que los Superniños!
Los dos Superhuevos duros salieron al jardín, y mientras uno se comía un árbol, el otro dijo:
-¡Seguro que la carne de Superniño está más blandita que todo lo que nos hemos zampado!
-¡Es verdad! -dijo el Superhuevo duro más gordo, que ya era del tamaño de una casa-. ¡Yo me pido al pequeño, que parece más tierno!
Los dos Superhuevos duros abrieron sus bocazas….
¡Y los dos Superniños, desesperados, por fin empezaron a comérselos!
-¿Por qué no nos los comimos cuando eran pequeños? -gimio Supercanijo entre superbocado y superbocado.
Y Supermandona replicó:
-¡Tú come y calla! 

CHUSCO UN PERRO CALLEJERO 3r

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Chusco era un perro callejero muy mayor que vivía en un callejón oscuro. Tan oscuro era que apenas podía ver quién andaba por allí.
Una noche de invierno Chusco temblaba de frío y su estómago rugía de hambre: no tenía fuerzas para buscar comida.
Recordaba muchas cosas de cuando era joven: jugar con sus amigos, ayudarles cuando lo necesitaban…
Chusco también tenía una ilusión: ser el perro de alguien, vivir en una casa y esperar en la puerta a su dueño.
Chusco vio una sombra que se acercaba.
-¡Hola Chusco! Vengo a verte ¿Cómo estás?
 Chusco reconoció la voz: era su amigo Pirata, que le visitaba todos los días.
-¿Qué tal Pirata? No te había visto. Me estoy haciendo mayor y cada día veo menos.
-No te preocupes Chusco, entre todos te cuidaremos.Por cierto, ¿has comido algo?
-No he tenido fuerzas para salir a buscar comida -contestó Chusco.
-Pues voy a buscar algo para ti, tú espera aquí tranquilo.
Pirata salió corriendo a buscar comida. Estaba seguro de que encontraría algo en el cubo de la basura de un restaurante que estaba cerca.
 Por el camino se encontró con el gato Michino.
-¿Dónde vas tan deprisa Pirata? -le preguntó.
-Voy a buscar comida para Chusco, está muy viejo y enfermo.
He visto cómo temblaba de frío.
-Pobre Chusco  -dijo Michino -buscaré algo que le dé calor.
Michino salió corriendo hacia una tienda de telas cercanas. Había visto a la dueña tirar restos de telas en un contenedor. Tal vez podrían servir para dar calor a Chusco.
Por el camino, Michino se encontró al ratón Chitón.
-¿Dónde vas tan deprisa Michino? -le preguntó.
-Voy a buscar telas para hacer una manta a Chusco, está enfermo y pasa mucho frío.
-Pobre Chusco, yo también le quiero ayudar.
Él me ha dejado muchas veces comer de su comida.
 Cuando Pirata llegó al restaurante buscó en el cubo de la basura y encontró comida. No sabía que alguien le miraba con curiosidad.
El dueño del restaurante quiso saber a quién llevaba la comida y decidió seguirle.
Cuando Michino llegó a la tienda de telas saltó encima del contenedor y buscó un trozo de manta. No sabía que alguien le miraba con curiosidad.
La dueña de la tienda de telas quiso saber a quién llevaba el trozo de manta y decidió seguirle.
Cuando Chitón llegó a su casa buscó el gran trozo de queso que había en la trampa de ratones y, arriesgando su vida, lo cogió y salió corriendo a la calle. La dueña de la casa lo vio y decidió seguirle.
 El perro Pirata fue el primero en llegar al callejón.
-Chusco, te he traído un poco de comida.
Tienes que comer para ponerte fuerte
-Gracias amigo, eres muy bueno. Seguro que me encontraré mejor después de comer. 
Después llegó el gato Michino:
-Chusco, te he traído un trozo de manta para que te tapes bien y no tengas frío.
-Gracias amigo, eres muy bueno. Seguro que me abrigará.
Por último llegó el ratón Chitón:
-Chusco, te he traído un trozo de queso que estaba en mi ratonera. ¡Por poco caigo en la trampa!
-Gracias, amigo, eres muy bueno no tenías que haber arriesgado tanto por mí.
Los tres amigos contemplaban a Chusco mientras comía. Cuando terminó, Michino lo tapó con la manta.
Ellos no sabían que tres personas observaban emocionadas: el dueño del restaurante, la dueña de la tienda de telas y la dueña de la casa donde vivía Chitón.
Se acercaron a Chusco y le dijeron:
-Hemos visto cómo te cuidan tus amigos. ¿Cuál es tu nombre? 
-Me llamo Chusco y ellos son mis amigos Pirata, Michino y Chitón.
Está muy bien lo que habéis hecho -dijeron los tres a la vez. Nosotros, ¿qué podemos hacer por tí?
-Me gustaría tener una casa donde vivir y alguien a quien esperar en la puerta. Soy muy viejo pero todavía puedo ladrar si viene un extraño. 
El dueño del restaurante le dijo:
-Ven a buscar comida cuando quieras, así no pasarás hambre. 
Y la dueña de la tienda de telas le dijo: 
-Yo puedo hacerte una manta grande con retales de mi tienda, así no pasarás frío.
Y la dueña de la casa donde vivía Chitón le dijo:
-Yo estoy sola. Puedo llevarte a vivir conmigo. Los dos nos haremos compañía.
Así fue como Chusco cumplió su mayor deseo. 
Y desde entonces sus amigos le visitaban cada día y él les cuenta las aventuras que vivió en su juventud.

Autora Begoña Ibarrola.

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